El reloj anuncia las tres y cinco,
y no he podido dormir nada,
aún recuerdo el aroma de tu cabello,
y ese ardor leve de tu mirada.
Hay algo que me está matando,
y no es el tiempo que pasa,
es ese sentimiento que me golpea,
que me hace prisionera de esta madrugada.
Detente, pero, por favor, sigue,
no seas recuerdo de aquella epifanía vivida,
no seas agua que me sacie un segundo,
ni el juicio que poco a poco me guía.
El reloj advierte que son las seis y cuarto,
y tú eres todo lo que aspiro a desear,
eres la luz que impacta en mi corazón,
de la que no quiero evadirme jamás.
Átame como versos trabados entre ellos,
pídeme que te detenga el infinito,
pídeme que tinte todas tus lágrimas,
pídeme el verso más cercano, el más furtivo.
Mas seré lo que no quiero que seas tú,
seré aquello que no hay que decir por presunción.
Seré lo malo para que tú seas lo bueno,
y si dices vete, solo diré adiós.
El reloj destella las nueve y algo,
el frío se apodera de un cuerpo quieto,
apenas hay albor en la habitación,
y las esquinas guardan el tacto del miedo.
Seré lo que pretendas que sea…créeme,
seré la razón que debemos ocultar,
y si me muero hoy amor,
mañana resucitaré para que creas en la eternidad.
El reloj dejó de marcar aquel día,
no te he vuelto a ver más.
(E.M.A)